Cuando Dios creó a Adán, este disfrutaba de una relación familiar con su Creador, una relación de hijo y padre. Dios, desde su derecho soberano, exigía y esperaba de Adán completa lealtad a sus mandamientos, y para probar su obediencia, introdujo la sencilla prueba de no comer el fruto de un único árbol; una prueba que no superó, desobedeciendo y pecando contra Dios y acarreándose mortales consecuencias. El pecado de Adán no se produjo porque naciera con una predisposición genética a pecar, como es el caso de todos sus descendientes. Adán pecó de forma consciente y deliberada contra la soberanía de Dios, contra el derecho de Dios para regir su vida. Él prefirió hacer caso a su esposa en vez de a su Padre y Creador (Gé 3:17), y en ese momento y de forma irreversible rompió su comunión con Dios. A partir de entonces, todos los descendientes de Adán hemos heredado el pecado, lo que nos hace estar alejados de Dios. Pero Dios ama a la humanidad y por eso siempre q...