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Los samaritanos de Sicar (Juan 4:39-42)

Y de aquella ciudad, muchos de los samaritanos creyeron en Él por la palabra de la mujer que daba testimonio, diciendo: Él me dijo todo lo que yo he hecho. De modo que cuando los samaritanos vinieron a Él, le rogaban que se quedara con ellos; y se quedó allí dos días. Y muchos más creyeron por su palabra, y decían a la mujer: Ya no creemos por lo que tú has dicho, porque nosotros mismos le hemos oído, y sabemos que este es en verdad el Salvador del mundo (Juan 4:39-42)

Este relato contiene el esquema de cómo se extiende muchas veces el Evangelio: Primero es la samaritana quien habla de Jesús a sus vecinos de Sicar, y lo hace sobre la base de su testimonio personal: “Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo lo que yo he hecho. ¿No será este el Cristo?” (ver. 29-30) Pero después de esta presentación, ellos mismos son los que buscan su presencia y su compañía. Le pidieron que se quedara con ellos para aprender de él y llegar a conocerle mejor, tras lo cual, ya no creyeron por las palabras de la mujer, sino por la experiencia personal que tuvieron con Jesús.

Lo mismo debe suceder con nosotros; después que alguien nos haya presentado a Jesús, tenemos que buscarlo y tener un contacto personal con él, y un conocimiento que vaya en aumento. Nadie puede pasar esa experiencia por otro. Puede que sean otros los que nos presenten a Cristo, pero debemos buscar y ampliar esa relación por nosotros mismos, de forma que al final nuestra fe ya no se base en el testimonio de otro, sino en nuestra propia experiencia personal.

"Jesús está de pie delante de nosotros hoy en día en persona en su Palabra, y podemos oírle directa y personalmente en esa Palabra como si nos hubiéramos sentado entre los oyentes de Sicar. Ellos lo tuvieron solamente por dos días, pero nosotros podemos tenerlo todos los días" (RCHL)

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