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Misericordia quiero, y no sacrificio (Mateo 12:1-8)

En aquel tiempo iba Jesús por los sembrados en sábado; y sus discípulos tuvieron hambre, y comenzaron a arrancar espigas y a comer. Y viéndolo los fariseos, le dijeron: He aquí tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado. Mas Él les dijo: ¿No habéis leído qué hizo David cuando tuvo hambre, él y los que con él estaban; cómo entró en la casa de Dios, y comió del pan de la proposición, que no le era lícito comer, ni a los que estaban con él, sino sólo a los sacerdotes? ¿O no habéis leído en la ley, cómo los sábados en el templo los sacerdotes profanan el sábado y son sin culpa? Pues os digo que uno mayor que el templo está aquí. Mas si supieseis qué significa: Misericordia quiero, y no sacrificio, no condenaríais a los inocentes. Porque el Hijo del Hombre es Señor aun del sábado (Mateo 12:1-8; Marcos 2:23-28; Lucas 6:1-5)

Jesús censuró duramente a los escribas y a los fariseos por ser lectores superficiales de las Escrituras. Les cita de nuevo lo que parece ser uno de sus textos favoritos: “Porque misericordia quiero, y no sacrificio” (Oseas 6:6; Mt 9:13). El mensaje del profeta Oseas era que los sacrificios son importantes pero Dios solo los acepta si proceden de un corazón puro y humilde. Israel tenía la obligación, bajo la ley, de ofrecer sacrificios a Dios pero había otras cosas que eran más importantes, por ejemplo, la práctica de la misericordia. Si los fariseos y los escribas solo hubieran recordado ese versículo hubieran sabido que mostrar misericordia es correcto y permitido en cualquier día de la semana, incluyendo el sábado.

Los escribas y los fariseos estaban tan implicados en la estructura ritual de la ley y en la liturgia del judaísmo que no prestaban atención a los temas de la misericordia, la gracia y la compasión. Habían convertido la religión revelada por Dios en una estructura rígida y fría donde la mente estaba llena pero el corazón vacío.

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