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Perdónanos nuestras deudas (Mateo 6:12)

Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores. […] Porque si perdonáis a los hombres sus transgresiones, también vuestro Padre celestial os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras transgresiones. (Mateo 6:12, 14-15; Lucas 11:4)

¡Cuán agradecidos debemos estar por esto! Necesitamos que Dios nos perdone nuestros pecados, que son deudas morales y espirituales que tenemos con Dios. Necesitamos que Dios nos cancele estas deudas cuyo total, de conocerse, seguro que nos asustaría. Por eso, siempre hemos de agradecer la gran misericordia que Dios tiene con nosotros.

Pero notemos que Dios nos pone una pequeña condición: que nosotros también cancelemos las deudas que otros tienen pendiente con nosotros. El sentido literal de la frase es: "Perdónanos nuestros pecados en la misma proporción en que nosotros perdonamos a los que han pecado contra nosotros" (Mateo 6:12). Así que, el perdón que recibamos de Dios está en directa proporción con el perdón que otorgamos a nuestro prójimo; no en el sentido de cantidad, porque nuestras deudas con Dios son mucho mayores que las que otros tienen con nosotros, sino en el sentido de estar dispuestos a perdonar todo a todos. El apóstol Pablo lo dice de esta manera: “Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo” (Efesios 4:32)

Pero al perdonar a otros, también nos hacemos un gran favor. Lo que logra el perdón no es exonerar de culpa al ofensor (de eso se encarga Dios); sino que nos liberamos del resentimiento y amargura producida por la ofensa; y al hacerlo, recuperamos la paz necesaria para vivir y servir a Dios y a los demás con buen espíritu.

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