Entonces los judíos respondieron y le dijeron: Ya que haces estas cosas, ¿qué señal nos muestras? Jesús respondió y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. Entonces los judíos dijeron: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú lo levantarás en tres días? Pero Él hablaba del templo de su cuerpo. Por eso, cuando resucitó de los muertos, sus discípulos se acordaron de que había dicho esto; y creyeron en la Escritura y en la palabra que Jesús había hablado (Juan 2:18-22)
Jesús hablaba del templo de su cuerpo porque con toda propiedad Dios moraba en él, como se refleja en Mateo 1:23, que dice: "He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros" Con Cristo, Dios estaba con su pueblo, y por tanto, él era el verdadero templo, que tras ser muerto o destruido, se levantó 3 días después.
También en otra ocasión, cuando hablaba del templo de Jerusalén, Jesús en clara referencia a sí mismo dijo a los fariseos: “yo les digo que aquí está algo más grande que el Templo” (Mateo 12:6).
Este importante aspecto nos debe recordar mucho estas palabras de Pablo: "¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que ustedes no se pertenecen a sí mismos?" (1 Corintios 6:19) Así, nuestro acceso a Dios ya no depende de estar en ningún edificio humano. En cualquier lugar que estemos podemos acceder a nuestro templo íntimo: la presencia de Dios que mora en nosotros mediante Su espíritu santo.
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