Ir al contenido principal

Quiero; sé limpio (Mateo 8:1-4)

Y cuando bajó del monte, grandes multitudes le seguían. Y he aquí, se le acercó un leproso y se postró ante El, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Y extendiendo Jesús la mano, lo tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante quedó limpio de su lepra. Entonces Jesús le dijo: Mira, no se lo digas a nadie, sino ve, muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio a ellos (Mateo 8:1-4; Marcos 1:40-45; Lucas 5:12-16)

En tiempos de Jesús, la lepra era considerada la más terrible y repugnante de todas las enfermedades. Por si fuera poco, la Ley estipulaba que los leprosos debían ser tratados como impuros y excluidos de la sociedad humana (Lev. 13:46) Fue a este hombre lleno de lepra a quien Jesús tocó. Un hombre que vino a Jesús con humildad y confianza. Si se hubiera acercado a otros seguramente habría sido alejado a pedradas, pero confiaba en que Jesús podía recibir a quienes eran rechazados por los demás; y apelando a su compasión, humildemente le dijo: «si quieres, puedes limpiarme»

Al acercamiento humilde del leproso Jesús respondió: Quiero; sé limpio. La Ley decía que se debía evitar el contacto con ese hombre; pero para Jesús la principal obligación era la de ayudar; y la principal ley, la del amor. Así actuaba Jesús, y así debemos actuar nosotros.

Anterior --- Lista de temas --- Siguiente

Comentarios