Jesús le dijo a Felipe: “Sé mi seguidor” (Juan 1:43)
Jesús hace la misma invitación a cada uno de nosotros, nos pide que seamos sus seguidores, porque, como dijo en otra ocasión: “el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8:12)
Tal vez se podría objetar que ahora Jesús no está presente físicamente, y por eso, es imposible seguirle como sí hicieron sus primeros discípulos. Sin embargo, Jesús mencionó que sus futuros seguidores oirían su voz y le seguirían (Jn 10:16, 27) Ese fue el caso de la mayoría de los cristianos del primer siglo, y a ellos y los que han seguido después, el apóstol Pedro dirige estas palabras: “Ustedes lo aman a pesar de no haberlo visto; y, aunque no lo ven ahora, creen en él”, y también nos insta a “seguir sus pisadas” (1 Pe 1:8; 2:21) De modo que, a pesar de no verlo físicamente, Jesús siempre ha contado con fieles seguidores.
¿Qué hay de nosotros? Cada uno se puede preguntar: ¿Soy o quiero ser uno de sus seguidores? ¿Quiero amar a Jesús a pesar de no haberlo visto?
Algo que necesariamente identifica a un seguidor de Jesús es adquirir la bendita costumbre de escuchar y meditar frecuentemente en sus palabras. Cuando consideramos los relatos evangélicos con vivo interés, paulatinamente vamos entendiendo y apreciando sus enseñanzas y hechos; lo cual, y de manera natural, se traducirá en un deseo creciente de “vivir como vivió él” (1 Jn 2:6) A su vez, cuando aprendemos a vivir como vivió él, entonces lo vamos conociendo realmente. Como dijo alguien: "Nadie puede conocer a Cristo, a no ser que lo siga en la vida"
Sea nuestro deseo acercarnos a la vida y enseñanzas de Jesús a fin de que nos cuente como uno de sus fieles seguidores.
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