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Señales y prodigios para creer (Juan 4:46-50)

Entonces vino otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Y había allí cierto oficial del rey cuyo hijo estaba enfermo en Capernaúm. Cuando él oyó que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue a su encuentro y le suplicaba que bajara y sanara a su hijo, porque estaba al borde de la muerte. Jesús entonces le dijo: Si no veis señales y prodigios, no creeréis. El oficial del rey le dijo: Señor, baja antes de que mi hijo muera. Jesús le dijo: Vete, tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo y se fue (Juan 4:46-50)

Jesús ejecutaba señales y milagros como algo necesario para que muchos creyeran; pero para él ese no era el mejor motivo. El deseo de Jesús era que creyeran en él por su palabra, que reflexionaran en su modo de actuar y sus enseñanzas para convencerse de que era el Mesías esperado, el Salvador del mundo. Ese fue el caso de los samaritanos, que "creyeron muchos más por la palabra de él" (Jn 4:41) Por eso, hoy en día no necesitamos milagros para creer en Jesús. Tenemos la palabra, en especial los evangelios, mediante los cuales podemos ejercer fe en él.

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