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Vengan, síganme (Marcos 1:16-20)

Pasando junto al lago de Galilea, Jesús vio a Simón y a su hermano Andrés que echaban la red al lago, pues eran pescadores. «Vengan, síganme —dijo Jesús—, y los haré pescadores de hombres». Al instante dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante, vio a Santiago y a su hermano Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en su barca remendando las redes. Enseguida los llamó y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, lo siguieron (Marcos 1:16-20)

A estos hombres, Jesús les dijo: «Vengan, síganme». Notamos que no les dijo: “Venid, tengo un compendio de estudios teológicos que quisiera que estudiareis”, sino que les dijo: «¡Seguidme!» Para ellos, todo empezó al sentirse atraídos a Jesús.

Nosotros tampoco somos llamados a seguir un sistema teológico, sino a una persona real: a Jesús, a quien podemos seguir sus huellas (1 Pe 2:21 BLP); huellas como las que nadie ha dejado. Estas huellas están grabadas en los evangelios, los escritos que guardan la “memoria de Jesús”, tal como era recordado, creído y amado por sus primeros seguidores. Al igual que ellos, hoy seguimos a Jesús cuando aprendemos y obedecemos sus dichos, cuando imitamos su ejemplo.

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