Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad (Mateo 5:5)
Los mansos de los que habla Jesús no son personas débiles o cobardes. Todo lo contrario, las personas mansas son fuertes moralmente, decididas y dispuestas a luchar por la fe y la justica, pero solo cuando el hacerlo está dentro de la voluntad de Dios; mientras tanto, controlan sus acciones y palabras y no tratan de dominar a otros. Tenemos el perfecto ejemplo del propio Jesús quien dijo de sí mismo: “soy manso y humilde de corazón” (Mt 11:29)
La mansedumbre está muy relacionada con la humildad, una de las cualidades que Dios más desea encontrar en nosotros: "Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes" (Snt 4:6) Y es que los mansos son los que humildemente se dejan enseñar por Dios y obedientemente permiten que Él gobierne sus vidas, los que han llegado a acostumbrase a tener en cuenta la opinión de Dios antes de hablar o actuar.
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