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Felices los que lloran (Mateo 5:4)

Bienaventurados los que lloran, pues ellos serán consolados (Mateo 5:4)

Jesús habla de "llorar" con sentimiento intenso, como se llora la muerte de un ser querido. No se refiere al "llorar" por ambiciones fallidas, ni por haber sido avergonzado o castigado por alguna maldad. Se refiere a llorar por un motivo piadoso, como el gran dolor que experimentó el apóstol Pedro cuando tomó conciencia de haber negado a su amado Señor, un dolor que le hizo ‘llorar amargamente’ (Lc 22:62) Son los que lloran por sentir un profundo pesar por ver la indiferencia de su propio corazón, por comprobar la debilidad de su fe y su falta de confianza en el Padre celestial, y porque constatan la abundancia de orgullo que aún hay en su vida. Todas esas cosas, entre otras, pesan terriblemente sobre aquellos de quienes habla Jesús, de modo que experimentan la aflicción y lágrimas que llevan al arrepentimiento.

Pero la promesa de Jesús es que estos serán consolados a través del espíritu santo, el Consolador prometido por Jesús (Jn 14:16), cumpliéndose estas palabras: “Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán” (Sal. 126:5)

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