Al ver que la multitud se le acercaba, Jesús subió a un monte. Allí se sentó, y cuando sus discípulos se le acercaron comenzó a enseñarles: ¡Dichosos los que reconocen su pobreza espiritual, porque de ellos es el reino de los cielos! (Mateo 5:1-3)
Los que reconocen su pobreza espiritual son las personas humildes que admiten su condición pecaminosa y reconocen su quiebra espiritual; son los que se desprenden de su soberbia al comprobar que no hay justificación para sus errores y se dan cuenta de su absoluta incapacidad para hacer frente a las consecuencias de sus pecados. Esta pobreza espiritual los lleva a buscar a Dios y a confiar sus vidas en Él, implorando su perdón y el don de su espíritu santo (Hechos 2:37-38) Dios dice a través de Isaías: “Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice Jehová; pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra” (Isa 66:2)
Un buen ejemplo de quien reconoció su pobreza espiritual fue la mujer pecadora que lavó los pies de Jesús con sus lágrimas. Esta mujer tenía conciencia de su ruina espiritual, lo que le llevó a poner su total confianza en Jesús para que le perdonara y ayudara (Lucas 7:36-50)
Los que reconocen su pobreza espiritual pueden sentirse dichosos porque a ellos está reservado “el reino de los cielos”. Más aun, el reino es una realidad presente para ellos ¡Dichosos somos si ese es nuestro caso!
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