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No disputará ni gritará (Mateo 12:15-19)

Consciente de esto, Jesús se retiró de aquel lugar. Muchos lo siguieron y él sanó a todos los enfermos, pero les ordenó que no dijeran quién era él. Esto fue para que se cumpliera lo dicho por el profeta Isaías: «Este es mi siervo, a quien he escogido, mi amado, en quien me deleito; sobre él pondré mi Espíritu y proclamará justicia a las naciones. No disputará ni gritará; nadie oirá su voz en las calles» (Mateo 12:15-19)

El deseo de Jesús de guardar en secreto su actividad está en consonancia con la descripción profética de Isaías. Ahí se sugiere que el Siervo (Jesucristo) no se echará a la calle para defender su causa, sino más bien se retira del bullicio y de la aclamación. Él no se anunciaba a sí mismo, ni hacía propaganda de su persona. Jesús tampoco buscó contienda dialéctica; más bien eran los escribas y fariseos quienes le buscaban para discutir y tener algo de qué acusarle. Él en cambio se dedicaba a anunciar las buenas nuevas del reino, y cuando alguien preguntaba algo, distinguía si se hacía con el motivo sincero de aprender o era sólo para buscar discusión. En Jesús se da la inalterable serenidad del que busca conquistar mediante el amor y no por la discusión o la demagogia

Los seguidores de Cristo también debemos alejarnos de debates infructuosos que se producen sólo con el ánimo orgulloso de iniciar y ganar contiendas. No nos conviene contender por la verdad de manera carnal. La verdad no debe ser presentada en discusiones carnales en las cuales el que tenga los pulmones más fuertes "gana" la discusión. Más bien, debemos exponer lo que sabemos, sólo para edificación de los demás; y como no somos Jesús, deberíamos reconocer que no sabemos todo y podemos estar equivocados en nuestras creencias

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